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lunes, 29 de octubre de 2007

Una mirada para Sultana

Una mirada para Sultana
• Una estudiante saharaui se recupera en Barcelona de la paliza que le propinaron varios policías marroquís
• Uno de los golpes hizo que el globo ocular le estallara

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA
Dos operaciones y el paso por una clínica oftalmológica en Barcelona están a punto de permitirle llenar el vacío en su ojo derecho. Envuelta en una melfa rosa y con un aparatoso parche en la mitad derecha de su rostro, Sultana Jaya, una estudiante saharaui de 27 años, intenta recuperarse de la brutal paliza que la policía marroquí le propinó el pasado 9 de mayo.
Aquel día, medio millar de estudiantes saharauis de la Universidad de Marraquech se congregaron en apoyo de unos compañeros de la Universidad de Agadir agredidos por la policía. "Éramos 500 y aparecieron al menos 700 policías. Para mostrar nuestra actitud pacífica nos sentamos en el suelo. Pero ellos lanzaron botes lacrimógenos y se abalanzaron sobre nosotros como fieras", recuerda la joven, nacida en Bujador.

"¡Dale en el otro ojo!"
Cegada por los gases y el caos generado por la carga policial, Sultana se vio de pronto rodeada por dos agentes que empezaron a golpearla en la cabeza y en todo el cuerpo con sus porras. Uno de los golpes le alcanzó de lleno en el ojo, haciéndolo estallar como un globo de agua. La masa del globo ocular cayó al suelo. Pese a sus gritos, los golpes no cesaron. "Dale en el otro ojo", gritó el policía al agente que le había reventado el ojo derecho.
"Aini maxaat (Mi ojo se fue)", dice con estoicismo Sultana, que explica como, pese a su estado, los agentes la siguieron golpeando. Después, junto a otras dos chicas saharauis, la metieron en una ambulancia y las llevaron a una comisaría junto a la Yamá al Fná, la mítica plaza de Marraquech. "Desde el calabozo escuchábamos la música de los saltimbanquis", cuenta.
En la comisaría había otra treintena de saharauis. De allí la llevaron a un hospital donde, de nuevo, los agentes que la conducían la agredieron. "Me pegaron varias patadas y vomité. Entonces me tiraron al suelo y me gritaron que me comiera el vómito", relata, aunque asegura que no se lo hicieron comer. "Era solo para asustarme aún más", dice.
Una chica marroquí que tenía un familiar en el hospital la vio, se apiadó de ella y se ofreció a contactar a algún conocido para decirle cuál era su paradero. "Pero la policía la detuvo, encontró el teléfono que yo le había dado y le prohibieron entrar en el hospital", señala.
Al final, sus camaradas saharauis dieron con ella. Tras lograr que se la sometiera a una operación digna --"la policía había ordenado al médico que se limitara a coserme el párpado", explica-- regresó a casa. Acusada de manifestación con violencia y de espionaje a favor del Frente Polisario, fue juzgada y condenada primero a ocho meses de cárcel que, tras apelar, quedaron en tres.

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